Muchas veces, en una especie de amor ciego, intentamos evitar que otras personas pasen por experiencias dolorosas que son necesarias en su proceso evolutivo.
Y eso no es bueno ni para ellos ni para nosotros. Es más fruto siempre del apego que del amor.
No es bueno para ellos porque la vida es un aprender a crecer en positivo con aquello que esa vida nos trae, desde una sana aceptación y comprensión. Son sencillamente experiencias por las que necesitamos pasar.
Y no es bueno para nosotros porque cargamos sobre nuestras espaldas con una responsabilidad que no nos corresponde, una responsablidad que nos sobrecarga y que nos impide asumir aquella que realmente sí nos corresponde a nosotros, alimentando así la codependencia. Cada uno hemos de asumir nuestra responsabilidad y vivir las experiencias que nos corresponden.
Podemos ayudar a facilitar el proceso, ayudar a comprender y aceptar la experiencia y acompañarles en ese proceso y en la adaptación que siempre supone, pero nunca negárselo o evitarlo, porque eso es también impedirles crecer.