En nuestras vidas nos toca pasar por situaciones realmente difíciles y dolorosas, y eso, en muchas ocasiones, no está en nuestra mano evitarlo.
Y de esas situaciones podemos extraer siempre un aprendizaje vital para nuestro camino, lecciones que nos ayudan a evolucionar.
Pero no es algo que suceda de forma automática. Es raro que no aprendamos absolutamente nada de una experiencia traumática, pero por desgracia, también es muy raro que de esa situación extraigamos todo el aprendizaje que hay en ella, ni siquiera es frecuente que extraigamos una cantidad importante de aprendizaje.
En muchas ocasiones minimizamos todo lo que podemos el trauma, como para intentar pasar de puntillas sobre él, o en otras ocasiones, una vez pasado un tiempo, volvemos a nuestra dinámica anterior al trauma, como si no hubiese pasado nada.
No permitimos, así, que la experiencia nos transforme y nos ilumine en nuestra vida. Y así, sólo queda como una experiencia traumática y negativa, cuya negatividad, en muchos casos, se enquista y queda como residuo permanente. Nos hemos negado a coger el regalo que escondía.
Es muy importante permitirnos vivir la experiencia que sea por la que tengamos que pasar, y hacerlo desde una actitud siempre abierta a todo el aprendizaje que nos pueda venir de ella.
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