Merecemos ser felices y vivir una vida plena. Ni nos merecemos menos, ni hemos de conformarnos con menos.
Cuando permitimos que abusen de nosotros o que nos traten mal, es porque algo en nosotros nos dice que nos merecemos eso. Sólo pueden hacernos aquello que permitimos.
Si siento que mi vida es desgraciada, o que me tratan mal, he de preguntarme por qué, aún cuando sea inconscientemente, me considero merecedor de eso, y por qué me limito a conformarme si hacer nada al respecto.
Lo mejor que podemos hacer por los demás, es ser felices porque entonces, es esa felicidad lo que les aportamos y transmitimos, y podremos aportar lo mejor de nosotros mismos.
No hay que ser feliz a costa de los otros, pero no tiene sentido tampoco renunciar a nuestra felicidad o a la plenitud en nuestra vida, para satisfacer las expectativas que esos otros se hayan hecho sobre nosotros.
Nos solemos sentir indignos, como si para ser felices tuviéramos que robarla o mendigarla a los demás porque no tenemos un derecho propio a ello.
Merecemos ser felices y tener una vida plena, y sólo si vivimos con consciencia de ello y de nuestra propia dignidad, podrá llegar a mostrarse la belleza que llevamos en nuestro interior.
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