Uno ha de centrarse en su propia vida, no en la de otros. Vivimos en una sociedad de la comparación que nos hace mirar hacia fuera.
Hay quien, si la vida no le va bien, se avergüenza de su vida, porque es incapaz de ver el valor que tiene, y sueña, entonces, con las vidas de otros y con la envidia de no tenerla.
Otros, si les va bien, se avergüenzan de ello, como si no merecieran eso y se sintieran culpables porque otros no lo tengan.
O quienes creen que les va bien porque están mejor que otros y la comparación les hace sentirse importantes o superiores.
Cada vida es única y, sean cuales sean las cartas que nos han tocado, tenemos siempre la responsabilidad y el honor de jugarlas lo mejor que podamos.
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