Hay quienes reconocen una dimensión espiritual en sus vidas y quienes la niegan, y en función de ello tenderemos a leer e interpretar todo en la vida de una u otra forma.
Cuando no sentimos esa dimensión espiritual, consideramos inútil hacernos preguntas demasiado profundas a las que no podemos dar clara respuesta. La vida nos parecerá, simplemente, azarosa.
Tenderemos a centrarnos en lo terrenal intentando tener una vida que sea lo más cómoda posible y con el menor número de problemas que podamos. La vida nos traerá pocos cambios más allá de los físicos que la edad nos trae.
Sin embargo, cuando sí que vivimos abiertos a esa dimensión espiritual, la vida se convierte en un impresionante campo de aprendizaje. Y el sentido de la existencia lo impregna todo.
Y, a medida que vamos profundizando en la existencia, vamos a ir transformándonos a nosotros mismos y vamos a ir entrando, paulatinamente, en una mayor armonía con la existencia toda.
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