ACEPTAR Y RESIGNARSE.

Aceptar lo que es, nunca es lo mismo que resignarse. Cuando se acepta lo que hay no se niega la posibilidad de cambio o transformación y en la resignación eso sí que sucede.

Así, vivimos en una sociedad resignada que piensa que nada puede ser de otra manera. Ve lo mal que está el modelo democrático que existe, el económico el educativo, etc. y piensan que no podría ser de otra forma, que es el único posible.

Como esas personas que dicen "Yo soy así y no puedo ser de otra manera". Se resignan a ser de esa forma. Niegan la posibilidad de transformación que muchos de nosotros hemos constatado.

La resignación es cerrada y no es realista, porque la realidad es que todo acaba transformándose y creer en esa posibilidad de cambio es lo que nos permite enfocarlo en un cambio a mejor.

El cambio de todo empieza con uno mismo y con la sana aceptación de lo que somos y el punto en el que nos encontramos. Pero eso no es más que el principio, nunca el final.

SOLTAR EL PASADO.

A veces queremos que algo nuevo llegue a nuestras vidas sin atrevernos a soltar el pasado.

No entendemos que para que lo nuevo llegue hemos de crear el espacio para ello, un espacio que antes lo ocupaba lo anterior.

Pero tenemos miedo al vacío y no queremos soltar si no tenemos garantías de que nos llegará algo mejor.

Por eso es importante tener claro cuando una etapa ha llegado a su fin, y dejarla marchar sin aferrarnos y sin prorrogar más lo que fue. Desde la gratitud de lo vivido.

Y desde ahí, y sin miedos, caminar en la nueva etapa abiertos a lo que nos traiga, desde la confianza de que en nosotros está la capacidad de vivirlo todo de una forma enriquecedora.

COMPARTIR.

Solemos vivir con una mentalidad de escasez y , desde esa mentalidad, se nos hace muy difícil compartir porque pensamos que compartir es perder o sacrificar.

Y eso es porque hemos aprendido a concebirlo todo desde una forma demasiado materialista, en la que compartir algo es tener menos.

No entendemos que en realidad no es así. Cuando comparto con vosotros esta idea que ahora escribo, no la pierdo sino que se hace más grande y más fuerte.

Mientras más amor damos, más amor tenemos. Siempre que no nos creamos esa ideología, para mí tan equivocada y extendida, de pensar que amar es sacrificarse por los otros y negarse a uno mismo.

Al compartir nos hacemos conscientes de la fuente de abundancia que somos. Porque compartir es expandir, con los demás, nuestro propio campo de energía.

SUFRIMIENTO Y EVOLUCIÓN.

El ser humano ha necesitado o creído necesitar el sufrimiento para evolucionar.

Así, el sufrimiento no es otra cosa que nuestra resistencia interna a aceptar algo que es, a asumir la realidad. A mayor resistencia, mayor sufrimiento.

Y por eso es una especie de aviso de cuándo nos encontramos fuera de la realidad, una forma de ayudarnos a fluir con ella y a no ir contra corriente.

Pero hemos de llegar a trascender esa forma de aprendizaje. Poco a poco, hemos de ir entrando en un aprendizaje que se base en el gozo del encuentro con la realidad que somos.

El sufrimiento y el miedo a éste han de ir quedando atrás para que lo que ahora nos mueva sea el gozo del amor en nuestra vida, la integración plena en la Unidad que Somos.

INVESTIGACIÓN Y ERUDICIÓN.

Para mí es importante combinar los conocimientos adquiridos con la investigación permanente.

Ordenar aquellos conocimientos que ya tenemos claros y asentados sobre nuestra realidad, para poder tener una mejor visión de conjunto.

Y a la vez, atrevernos a investigar nuevos aspectos y elementos de esa realidad, nuevas perspectivas que nos ayuden a descubrir nuevos caminos y soluciones 

Y eso, aunque esos descubrimientos nos obliguen a corregir los planteamientos previos ya fijados. Porque nuestra percepción de la realidad siempre ha de ser algo vivo, como la cambiante realidad en la que nos movemos.

Cada uno de nosotros ha de atreverse a ser investigador y descubridor de su propia realidad, nunca conformarse con conocer aquello que ya descubrieron otros.

SUBIENDO LA MONTAÑA.

Evolucionar es como ir subiendo una montaña, mientras más asciendes, mayor es el campo de perspectiva.

Y esa es una de las razones por las que los que van mas adelante pueden ir guiando un poco a los que van detrás. A todos nos pueden ayudar otros y a todos podemos ayudar.

Ahora bien, cuando nos ayudan nos cuesta ver si lo que nos dicen es cierto o no porque nuestra perspectiva no alcanza a verlo. Hace falta un ejercicio de confianza en lo que el otro te está contando. Y muchas veces es difícil.

Lo que recomiendo es experimentar por nosotros mismos eso que nos cuentan. Constatar si es cierto o no a través de nuestra propia vivencia.

Porque cuando lo hacemos así es cuando podemos aprovechar la enseñanza que nos llega sin necesidad de quedarnos en una credulidad que, en estos tiempos, ya es poco conveniente.

CERRAR BIEN LAS ETAPAS.

Es importante cerrar bien las etapas por las que vamos pasando. Porque la vida es como un camino que se hace en diferentes jornadas.

Y cerrar bien es saber agradecer a las personas con las que se ha compartido, reconocer su papel en nuestra vida como compañeros de viaje.

Cerrar bien las etapas nos permite comenzar lo nuevo con una mayor tranquilidad, centrarnos más en ello.

Hay personas que hacen el cambio a modo de huida, no queriendo saber nada de aquello que queda atrás. No entienden que la mayoría de esas cosas de las que huimos nos las llevamos puestas en la mochila de nuestro inconsciente.

Es hermoso pasar página en nuestra vida y, sobre todo, hacerlo habiendo aprendido adecuadamente todo lo que ello nos traía.

ABISMOS INTERIORES.

A veces nos atrevemos a asomarnos un poco más a nuestros abismos interiores, a esas zonas de nosotros que nos producen tanto vértigo.

La mayor parte de las personas procuran sepultar esas zonas en el rincón más escondido de su inconsciente, aún sabiendo el malestar permanente que eso les crea, la sensación de impostura que produce en nuestra vida.

Otros nos atrevemos a mirarlo de vez en cuando,como para ir resolviendo aquello que vamos pudiendo. Sabiendo que esos abismos no sólo son nuestros, que en muchos casos son abismos compartidos pero que alguien tiene que mirar y reconocer.

Porque a veces es importante ir revisando nuestras asignaturas pendientes. Desde la calma, la comprensión y la paciencia. Y, también, desde el coraje de atrevernos a hacerlo.

CAMINOS EXTRAÑOS.

Hay caminos que pueden resultar extraños y difíciles de comprender, pero que uno siente la necesidad interna de transitar.

Y uno ha de ser fiel a sí mismo y a esas sensaciones aún cuando sepa que eso puede conllevarle la incomprensión de otras personas.

Pero suelen ser personas que tienden a circular por lugares comunes, por lo socialmente aceptado. Aquellos que siguen los caminos de lo razonable.

Muchas veces no entiendes el sentido de tu sendero hasta el final del camino. Como un puzzle que no deja ver su dibujo hasta el final.

Es importante que cada cual siga su camino. Como dijo Herman Hesse: "La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo".

BUENO O MALO.

¿El hombre es lobo para el hombre, o es bueno por naturaleza? ¿Hobbes o Rosseau? ¿Pesimismo antropológico u optimismo antropológico?

El ser humano es como es, un conjunto de luces y sombras, aunque yo tiendo a inclinarme más hacia la idea de la intrínseca bondad humana.

Para mí el ser humano puede generar mucho sufrimiento y llegar a grados increíbles de crueldad, pero siempre veo detrás el mecanismo de supervivencia psicológica que mueve esa actitud, el miedo que distorsiona todo.

El ser humano tiene bloqueada su capacidad de amar y eso hace que sea ese miedo la emoción dominante en muchos casos. Pero no es su esencia en absoluto.

Lo importante es que cada uno de nosotros vayamos siendo capaces de ir deshaciendo y trascendiendo nuestros propios miedos para poder, así, sentir esa fuente de amor que somos y poder aportar un poco más de armonía ahí donde estemos.

ACUMULAR.

Solemos acumular montones de cosas de una forma innecesaria. Olvidamos que todo lo que acumulamos ocupa también espacio en nuestra mente.

Quizá con ello intentemos llenar nuestros vacíos interiores, o al menos olvidarnos de ellos durante un breve espacio de tiempo.

Cuando adquirimos algo nos imaginamos usándolo y disfrutándolo, y, en muchos casos, eso apenas llega a suceder. Y nos da miedo desprendernos de ello por si alguna vez lo necesitáramos.

No nos damos cuenta de que casi nada es imprescindible en la vida y de que soltar lastre nos ayuda a elevarnos.

Hay belleza en la sencillez y en la simplicidad, en saber dejar atrás lo innecesario para que en nuestra vida pueda encontrar el espacio necesario aquello que realmente es importante.

SALVADORES DE NOSOTROS MISMOS.

Nadie puede salvarnos, sólo nos salvamos a nosotros mismos. Es algo que aunque ya ha quedado dicho, necesitamos recordar a menudo.

Y el que nadie pueda salvarnos es prueba de nuestra grandeza y de nuestro impresionante poderío.

No somos, aunque algunas veces podamos sentirnos así, seres carentes, vulnerables y frágiles que necesitan ser salvados.

Sino que ser salvados es algo indigno para seres como nosotros. Cuando sentimos lástima por nosotros mismos olvidamos nuestra dignidad, cuando sentimos lástima de los otros olvidamos la suya.

Podemos ayudar y ser ayudados, pero sin que se pueda o se deba cruzar el límite que nos prive de la responsabilidad sagrada que cada cual tenemos con nuestra propia vida.

CREEMOS QUE NO PODEMOS.

Muchas veces estamos convencidos de que no podemos o no podríamos lidiar con algo, con alguna situación, que creemos que es superior a nosotros, pero no es más que eso, una convicción. 

Una convicción que refleja la falta de confianza que tenemos en nosotros mismos y en nuestras posibilidades.

Y, desde esa falta absoluta de confianza, no nos atrevemos a dar determinados pasos, a hacer cosas que nos convendría a hacer. Y eso refuerza la creencia de que somos débiles.

Muchas veces, cuando no nos queda más remedio que hacer frente a las situaciones, nos damos cuenta de que teníamos más recursos y facultades de las que pensábamos.

Y por eso es por lo que, de muchas situaciones difíciles ,salimos con un mayor nivel de confianza en nosotros mismos.

AUTOESTIMA NO ES AUTOJUSTIFICACIÓN.

Tenemos la tendencia a irnos autojustificando permanentemente. Es como una especie de recurso de supervivencia psicológica, de supervivencia del concepto que tenemos de nosotros mismos.

Y creemos que la autoestima tiene que ver con ello, pero claramente eso no es así. Si necesitamos justificarnos suele ser por un pobre concepto de nosotros mismos.

Así, reconocer el error o nuestra necesidad de cambiar y evolucionar en algunos aspectos de nuestra vida, lo interpretamos como que no valemos, como que no somos lo suficientemente buenos.

Y eso no es sino la vergüenza tóxica que arrastramos de nuestra infancia, una muestra de cómo nos criticaban al equivocarnos. 

No entendemos que cuando tenemos una sana relación con nosotros mismos es cuando no nos cuestionamos nuestro valor al sentir la necesidad de mejorar y evolucionar, sino que vemos esas ganas de crecer como una de nuestras más maravillosas virtudes

MIEDO A AMAR.

Muchas veces vivimos con miedo a amar, con miedo a abrirnos no vayan a hacernos daño.

Sentimos que si amamos podemos llegar a sufrir mucho, que pueden partirnos el corazón, o que la pérdida de eso que amamos puede acabar con nosotros.

Ese miedo nos viene de nuestro niño herido, de las carencias afectivas que arrastramos desde nuestra infancia.

Pero hemos de tener claro que lo que realmente nos duele es el amor que no nos dieron, no el que sí nos dieron. Porque el amor, aunque haya quien piense lo contrario, nunca duele. Duele el apego, la necesidad, pero no el amor. El amor es liberador.

Precisamente, cuando somos capaces de trascender nuestros miedos es cuando podemos abrir por completo nuestro corazón, y cuando estamos en disposición de descubrir, así, la fuente inagotable de amor que somos.

SIMPLIFICAR LA VIDA.

Mientras menos necesitamos, más libres somos, menos dependientes.

Cuando uno no siente la necesidad de algo, puede limitarse a disfrutarlo. Porque no necesitar no tiene que ver con no tener.

Y lo mismo pasa con las relaciones, mientras menos necesitemos al otro menos apego habrá en la relación. Uno ha de estar en una relación por amor no por necesidad.

Y es que la necesidad está siempre ligada al miedo, al miedo a la pérdida y a lo que estamos dispuestos a sacrificar para que ésta no se produzca.

Cuando uno no necesita, puede vivir lo que la vida le trae y las personas con las que convive como un maravilloso regalo del que podemos dar las gracias.

ESCÁNDALOS.

Vemos como cada día siguen saliendo escándalos que, de alguna forma, hacen saltar las costuras de la sociedad.

Uno puede pensar que las cosas están ahora peor que nunca por ello, pero no es así, lo que sale a la luz es el funcionamiento del poder y lo engañados e ignorantes que vivíamos.

Es bueno despertar en todos los sentidos, darnos cuenta del funcionamiento real de la sociedad y de sus limitaciones. La pregunta que se hacen muchos es ¿seremos capaces de encontrar solución a problemas tan graves y profundos?

En mi caso tiendo a ser optimista. Pienso que lo primero para solucionar un problema es hacernos conscientes de su existencia. Eso nos ayuda a madurar y a que en nuestro interior empecemos ya a crear las soluciones. 

Si tenemos la madurez necesaria para verlos es porque también la tenemos para poder llegar a solucionarlos.

EL SER HUMANO DESAPROVECHADO.

El ser humano está realmente desaprovechado. Es como si nuestro inmenso potencial estuviera frenado y reprimido.

La historia de la humanidad es una historia de represión permanente, de aspectos internos y también de represión constante de los demás.

Olvidamos conectar con nuestra fuente interna de poder y buscamos ese pobre sucedáneo que es el dominio sobre otras personas.

Y con el miedo constante de nuestro ego a salir mal parado en la comparación, muchas veces intentamos frenar el desarrollo de aquellos que nos rodean, fomentando así la dependencia.

Es el momento de ir conectando de nuevo con nuestro propio e innato poder y de tener también el coraje y la generosidad de ayudar a los demás a conectar con el suyo.

Perdonar no es tapar el pasado como si no hubiese existido, no es relegarlo a un profundo olvido.

Ni tampoco, desde un sentimiento de deuda mantenido y de superioridad moral, otorgar "generosa clemencia" a aquellos que nos ofendieron.

Tiene más que ver con la capacidad de reconocer y comprender en profundidad lo que sucedió y de llegar, así, a trascenderlo. No tanto como un reconocimiento del daño cometido, sino como un reconocimiento del dolor vivido.

Es la comprensión de ese dolor y de sus causas, del miedo y de la falta de amor que se esconde siempre detrás del daño y del sufrimiento.

Es un darnos cuenta de que sólo el amor tiene sentido y trasciende profundamente al miedo y al odio, y de que nos corresponde a nosotros decidir, en cada momento, que emoción queremos tener y compartir en nuestras vidas, si el rencor o el amor.

ASUMIR NUESTRO PASADO.

La madurez está relacionada con nuestra manera de asumir nuestro pasado y lo que en él vivimos. Sin vergüenza, sin culpas, pero también sin justificación ante nuestros errores.

Porque nuestro proceso de aprendizaje muchas veces vino de la mano de esos errores, de esas equivocaciones que reflejaban nuestra inmadurez.

Hemos de asumir que lo hicimos lo mejor que pudimos y que supimos, pero que eso no significaba que siempre lo hiciéramos necesariamente bien. 

Podemos mirar incluso el daño que pudimos hacer a otros desde la comprensión de cómo nos encontrábamos entonces y, desde esa misma comprensión, comprender también a aquellos por quienes nos sentimos dañados.

Y esto es sano tanto a nivel individual como colectivo. Porque también un grupo o país maduro es aquel que es capaz de contemplar, desde las ganas de aprender y trascender, sus errores del pasado.

CONFIANZA.

La vida tiene mucho de imprevisible y no siempre es posible o recomendable apostar sobre seguro.

Hay muchas decisiones que hemos de tomar desde la pura confianza interior, una confianza que muchas veces está ligada a nuestra más profunda intuición.

Hay casos donde la cabeza parece querer llevarnos a lo seguro y lo cómodo, a lo conocido, pero interiormente sentimos la corazonada de ir por otro camino más ignoto.

En esos casos, uno no puede sino confiar, tener fe en aquello que intuye, aún cuando nos cueste ver con claridad hacia dónde nos puede llevar ese camino.

Y cuando uno aprende a confiar y va descubriendo que sus intuiciones son acertadas, cada vez se fía más de sus corazonadas y hace de su vida un viaje mucho más creativo y aventurero.

ALGO NUEVO.

Cuando algo nuevo llega a la sociedad normalmente se encuentra con resistencias y obstáculos de todo tipo.

Hay personas fuertes que traen lo nuevo y que saben que la incomprensión ante aquello que realizan es parte del precio de su osadía.

Y es normal que así sea, los demás no sienten en su corazón lo que él ya siente. Desde fuera, simplemente, se ve como algo extraño y a veces hasta peligroso si choca con lo conocido.

Muchos siguen aún creyendo en el principio de autoridad y hasta que algo no ha sido socialmente aceptado, no están dispuestos a considerar si es valido o no.

Es más maduro vivir abiertos a lo nuevo y atrevernos a probar, por nosotros mismos, qué es lo que realmente nos vale y qué lo que no.

LA ECUACIÓN HUMANA.

El ser humano es como una ecuación que consta de bastantes elementos. Si negamos nuestra dimensión espiritual, la ecuación cambia por completo.

La vida suele ser bastante diferente si tiene ese elemento integrado o si se lo tiene reprimido y anulado. Es diferente tanto la vida como la forma en que la vivimos.

Eso hace que muchas veces sea muy complicado el que pueda darse una buena comunicación entre los que admiten la espiritualidad y lo trascendente en el ser humano y aquellos que la niegan. Porque toda comunicación ha de moverse en terrenos comunes que se compartan por las dos partes.

Y como la espiritualidad, al contrario de lo que la religión a veces ha hecho creer, no puede forzarse u obligarse, sino que uno ha de llegar a ella por sí mismo, suele suceder que los que "ceden" son los espirituales y obvian la espiritualidad en la relación para evitar el conflicto.

Eso puede no suponer demasiado problema en relaciones puntuales, pero en relaciones más cercanas, supone una auténtica negación de nosotros mismos y nos lleva a vivir en la incoherencia.

CENTRARSE EN LO QUE SE ESTÁ HACIENDO.

Cuando uno hace cualquier cosa, ha de centrarse en aquello que se está haciendo, no en el resultado que se espera obtener.

El resultado será fruto natural del trabajo bien hecho, la consecuencia de una labor constante y centrada.

Hay pequeños resultados que nos permiten evaluar la marcha de nuestra labor, para ir corrigiendo todo aquello que precise ser mejorado.

Y luego está el resultado final que a veces se hace esperar. En ocasiones sólo al final del trabajo nos llega la comprensión profunda y el sentido de todo lo que hemos realizado.

Como dice un antiguo adagio oriental: "Si cuando se ara no se piensa en cosechar, la labor tendrá éxito".

EN LOS MÁRGENES.

A veces sufrimos por no sentirnos perfectamente integrados en la sociedad en la que vivimos, y nos cuesta ver que esto también tiene sus ventajas.

Nos permite ser más nosotros mismos y mirar la vida desde nuestra propia mirada. De alguna forma, tenemos un mayor espacio de libertad.

Quien está completamente integrado no se cuestiona nada ni tampoco es capaz de observar, con distancia, cómo funciona la sociedad.

Se limita a cumplir con lo establecido, olvidando que una cosa es lo que la sociedad establece y otra lo que la Vida, con mayúsculas, es.

Cuando sentimos problemas de integración la clave no está nunca en aprender a ajustarnos al exterior, sino en encontrar nuestro propio equilibrio interior y, desde ahí, saber estar en el mundo.

DINÁMICAS TÓXICAS.

Hay quienes han vivido en relaciones tóxicas desde la infancia, y es por eso que llegan a creer que ésa es la única forma posible de relacionarnos.

En nuestra infancia nos adaptamos y acostumbramos al entorno en el que venimos, y es, este entorno, el que nos parece y el que consideramos como "normal".

Y desde esa "normalidad" admitida tendemos a buscar relaciones similares, porque son las que nos dan esa cierta seguridad de lo conocido, aún cuando sean dinámicas de relación que nos causen constantemente sufrimiento.

Uno ha de hacer un importante ejercicio de introspección, de observación de cómo nos sentimos por dentro por un lado, y de observación de otras realidades externas por otro, para darnos cuenta de lo que no funciona y de la "anormalidad" real de esas dinámicas.

Es entonces cuando estamos en condiciones de empezar a descubrir y a experimentar formas mucho más saludables y respetuosas de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás.

ESPERANZA.

Con respecto al tema de la esperanza siempre he tenido una postura un tanto ambigua.

Por un lado, la veía como un problema porque para mucha gente es una especie de evasión de la realidad que les ha tocado vivir, una forma de esperar que el futuro les compense del pasado.

Y por otro, veía que las expectativas son fuente permanente de frustración. Nacen de ella, porque las tenemos para compensar vacíos, pero esas expectativas son un intento de querer que las cosas sean lo que nosotros queremos, no lo que son, lo cual está condenado al fracaso.

Sin embargo, al leer a Juan de la Cruz, descubrí un nuevo sentido a la esperanza mucho más positivo.

Para ese autor, la esperanza no tiene nada que ver con las expectativas o deseos concretos, sino con un sentimiento de confianza íntima ligada a la fe. Es una especie de esperanza abstracta que nos mantiene siempre en una actitud más positiva en nuestra vida.

DUELOS DE PÉRDIDAS.

Aunque algunas personas así lo crean, normalmente la mayoría de los problemas no se solucionan por sí solos. Ni los problemas de relaciones ni otros tipos de problemas.

Esas personas no entienden el por qué esos problemas llegan a su vida, lo consideran simple mala suerte y se limitan a esperar que un golpe de buena suerte en el futuro les traiga la solución.

Y cuando esto no es así, como suele suceder, se sienten frustrados con la vida y con su destino, amargados con lo que les sucede. 

Cuando tenemos problemas hemos de empezar reconociendo esos problemas y asumiendo nuestra responsabilidad en ellos y también en su solución.

Y cuando hacemos esto con sinceridad, es cuando la vida empieza realmente a ayudarnos en nuestro proceso. La vida nos ayuda realmente a resolver, pero sólo cuando asumimos la responsabilidad principal de hacerlo.

RECONOCER LOS PROBLEMAS.

Aunque algunas personas así lo crean, normalmente la mayoría de los problemas no se solucionan por sí solos. Ni los problemas de relaciones ni otros tipos de problemas.

Esas personas no entienden el por qué esos problemas llegan a su vida, lo consideran simple mala suerte y se limitan a esperar que un golpe de buena suerte en el futuro les traiga la solución.

Y cuando esto no es así, como suele suceder, se sienten frustrados con la vida y con su destino, amargados con lo que les sucede. 

Cuando tenemos problemas hemos de empezar reconociendo esos problemas y asumiendo nuestra responsabilidad en ellos y también en su solución.

Y cuando hacemos esto con sinceridad, es cuando la vida empieza realmente a ayudarnos en nuestro proceso. La vida nos ayuda realmente a resolver, pero sólo cuando asumimos la responsabilidad principal de hacerlo.