A veces sufrimos por no sentirnos perfectamente integrados en la sociedad en la que vivimos, y nos cuesta ver que esto también tiene sus ventajas.
Nos permite ser más nosotros mismos y mirar la vida desde nuestra propia mirada. De alguna forma, tenemos un mayor espacio de libertad.
Quien está completamente integrado no se cuestiona nada ni tampoco es capaz de observar, con distancia, cómo funciona la sociedad.
Se limita a cumplir con lo establecido, olvidando que una cosa es lo que la sociedad establece y otra lo que la Vida, con mayúsculas, es.
Cuando sentimos problemas de integración la clave no está nunca en aprender a ajustarnos al exterior, sino en encontrar nuestro propio equilibrio interior y, desde ahí, saber estar en el mundo.
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