CONOCERNOS.

Cuando nos conocemos y comprendemos a nosotros mismos, podemos conocer y comprender a los demás.

Cuando conocemos y comprendemos a los demás, podemos conocernos y comprendernos a nosotros mismos.

Somos una misma realidad que podemos contemplar desde dos perspectivas: la interna y la externa.

EMOCIONES EN PRESENTE.

Una forma más sana de vivir nuestras emociones es centrarnos en nuestro presente.

Compartimos con otros animales las emociones primarias pero, a diferencia de ellos, solemos vivirlas fuera de nuestro presente. Y hemos de recordar que sólo el presente es real.

Cuando un animal tiene miedo es porque hay un peligro en ese momento concreto. En nuestro caso, suele ser un miedo a algo que nos pueda pasar en el futuro.

Podemos sentir tristeza o enfado por algo que estemos viviendo, o, sentirla al recordar lo que perdimos o alguna ofensa que nos hicieron. O sentir alegría por algo que está sucediendo o al esperar con ilusión algo que sucederá en el futuro.

Pero las emociones más saludables, las que más nos ayudan en nuestro camino, son las que vivimos, sin más, en el tiempo presente, derivadas de algo que está sucediendo en este momento. Y por ello, también esas son las que más suelen sentir los niños.

UN MUNDO MÁS TRANSPARENTE.

El mundo cada vez es más transparente, aunque a veces nos pueda parecer lo contrario.

Cada vez tendemos a ver más clara la realidad, entre otras cosas, porque cada vez más estamos dejando de mirar a través del filtro las ideologías o de las creencias que tanto nos distorsionaban esa realidad.

De lo que se trata ahora no es tanto de creer como de ver y experimentar por nosotros mismos. Ya no nos creemos sin más lo que nos cuentan, sino que sentimos la necesidad de comprobarlo.

Puede que esto se perciba con la amargura del desengaño, pero es algo curativo. Y no veo tampoco una actitud cínica que diga que todo es un engaño, sino que aprecio mas bien una mirada más madura de la realidad qué quiere descubrir la realidad, qué es lo que pasa..

Es por tanto, que yo veo el proceso como positivo, como una especie de maduración colectiva, aunque tengamos que vivirla, en cierta forma, con la intensidad y la virulencia de una crisis adolescente.

POLÍTICA.

Una de los problemas que veo en relación a la política es el mal ejemplo que supone en el tema de la honestidad del discurso. Suelen tener de forma permanente un discurso justificatorio que esconde las verdaderas razones. Buscan un discurso con el que vender sus decisiones e intereses.

Un discurso con trampa en el que, además, buscan desmontar las incoherencias del contrario pero nunca se cuestionan las suyas. Y en el que uno tiene la sensación de que no respetan mucho la inteligencia de aquellos a quienes se dirigen.

Y la cuestión es que da la impresión de que la política conlleva necesariamente eso, que no pueden dar las verdaderas razones porque les debilita su posición de poder.

En todo caso, se trata de un juego que está completamente agotado. Ellos son conscientes de su pérdida de credibilidad ante la ciudadanía, pero no conocen otra forma de jugar en ese campo de la política y el poder.

Es clave que los ciudadanos de a pie no juguemos a ese juego. Sólo siendo lo más honestos que podamos con las verdaderas razones de aquello que hacemos y dando con ello ejemplo a los políticos que, al fin y al cabo, son personas como nosotros.

FASES DE LA VIDA.

Cada fase de la vida tiene su propia belleza, sus grandezas y dificultades y hay que saber vivirlas todas.

Vivimos en una cultura de la productividad que parece centrarse en eso, en lo útiles que puedan ser las personas para producir y consumir.

En ese sentido, las primeras etapas parecen centrarse más en preparar a las personas para el mercado laboral que en su desarrollo como personas íntegras y maduras.

Y la denominada tercera edad tampoco parece tener sentido o utilidad salvo para cuidar de los nietos y que los hijos puedan seguir trabajando.

Ha de ser cada uno de nosotros los que estemos dispuestos a vivir con plenitud cada etapa vital y no dejarnos llevar por eso que la sociedad parece demandar. Párate un momento a ver la etapa de tu vida en la que te encuentras y las múltiples posibilidades que ésta te ofrece.

DEJAR DE CULPAR A OTROS.

Asumir nuestra responsabilidad supone, entre otras cosas, dejar de culpar inmaduramente a otros de lo que nos pasa. Dejar de culpar a nuestra pareja, a nuestros padres, a los políticos de turno, a los emigrantes, a los bancos, al sistema, a la vida o al Universo.

Los conflictos internos que todas las personas tenemos son bastante similares. Si vemos más allá de las aparentes diferencias veremos en lo que nos parecemos al otro, veremos como sus miedos son bastante parecidos a los nuestros.

Lo que me altera y lo que me molesta y me hace infeliz tiene que ver conmigo, con lo que aún no he resuelto. Y el otro me lo refleja.

Puedo ver como los conflictos del otro provocan desequilibrios a su alrededor, pero lo importante para mí es ver los míos. Mi gran labor es trabajar en mi propio equilibrio y desde ahí aportar algo más de armonía.

Y si siento que eso me resulta muy difícil y que me cuesta mucho hacerlo, al menos podré entender que a los demás también les cueste

CAUSAS INCONSCIENTES.

Normalmente, aquello que creemos que nos produce enfado no es sino simplemente dónde lo manifestamos.

Buscamos justificaciones para manifestar ese enfado interno, razones para estar enfadados, pero que no son la causa real y objetiva de nuestro enfado.

Las causas reales suelen estar en nuestro inconsciente y suelen venir de aspectos no sanados de nuestra infancia y que se activan en determinados momentos de nuestra vida.

Y en lugar de buscar y sanar esas causas reales que nos llevan a sentirnos mal, lo que hacemos es buscar culpables sobre los que descargar nuestra frustración.

No nos damos cuenta de que, con esa actitud inmadura, lo único que conseguimos es alimentar y aumentar nuestro nivel de malestar.