El amor, o es libre, o no es amor.
Hemos hecho del sacrificio de nuestra libertad una prueba de amor, una muestra de nuestro compromiso.
Y solemos escuchar que el amor es un renunciar a lo que uno quiere para bien de la relación. No lo considero así. Una relación tiene sentido cuando potencia aquello que somos y nos hace crecer.
Lo otro es una trampa que acaba pagándose y que acaba llevando siempre a las recriminaciones y a la culpa proyectada. Porque todo sacrificio exige sacrificio. Y, en esos casos, estamos dispuestos a renunciar a nuestra libertad siempre que el otro también lo esté.
Cuando alguien quiere compartir su vida con alguien ha de hacerlo desde la completa libertad, una libertad que se vive a cada instante.
Y si alguien decide que ya no quiere estar con alguien porque lo siente ya así, porque siente que no puede crecer más en esa relación o que es insana para él, siempre es libre de marcharse.
Que lo que nos mantenga en una relación sea el amor en positivo, nunca el miedo o la culpa.
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