Nuestras emociones atrapadas suelen bloquear nuestra capacidad de amar. Dichas emociones generan una serie de reclamaciones inconscientes hacia aquellos a los que, nos demos cuenta o no, consideramos responsables del problema, generalmente padres y hermanos.
No podemos amar a quien reclamamos, porque en esa reclamación hay enfado, aunque sea inconsciente.
Y nuestro bloqueo con esas relaciones primigenias afecta a todas las demás relaciones. La relación con nuestros hijos se ve muy afectada por lo no resuelto con nuestro padres, nuestra relación de pareja con lo no resuelto con la madre, la relación con amigos y compañeros por lo vivido con los hermanos.
Por eso es esencial, para poder amar, saber perdonar de forma real lo sucedido en el pasado, y, en muchos casos, eso ha de venir acompañado del reconocimiento del dolor sufrido, no como un daño infligido, lo cual bloquea el perdón, sino como simple dolor vivido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario