martes, 15 de noviembre de 2016

RELACIONES FAMILIARES


En las relaciones familiares ha primado demasiado el amor por obligación.
Los padres, se dice, aman a sus hijos, los hijos a los padres o los hermanos entre sí. Y eso es así, porque es lo que debe ser.

Esa obligación de amor es una cortina que nos oculta, la mayoría de las veces, el estado real de las relaciones. E incluso conscientemente defendemos que esa ocultación es lo mejor que podemos hacer para que se mantenga la "unidad".
Y así, tras esa cortina, quedan escondidos enfados, celos, envidias, recriminaciones, indiferencias, vacíos afectivos... emociones todas que imposibilitan un amor real, libre y sano.

Lo que se sostiene ahí es una ficción de unidad que no es sino insana codependencia afectiva. Un modelo de relaciones que nos impide vernos a nosotros mismos y ver al otro y que nos mantiene en el papel que asumimos en nuestra infancia.

El amor necesita de la sinceridad y de la honestidad para ser sano. El empezar a ver, sin miedos y lo más objetivamente que podamos, lo que realmente hay, es ya un claro signo de amor auténtico, de respeto hacia nosotros y también hacia los otros.

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