Existe un modo de relacionarnos que va más allá del ego y que podemos denominar transpersonal.
En este modo no nos tomamos las cosas por lo personal sino que procuramos observarlo desde una mayor objetividad.
Así cuando alguien se enfada con nosotros, por un lado podemos ver que el enfado habla de cómo se encuentra el otro más que de lo que haya podido hacer yo, y por otro, puedo ver si realmente hay una parte de verdad en su crítica hacia mí que sería adecuado mejorar.
O no intento ir a una conversación con las respuestas ya acabadas desde casa y con la mera intención de defenderlas en polémica, sino abierto a lo que allí vayamos a descubrir entre los dos.
Y comprendo también la inutilidad de juzgar al otro porque mis juicios sólo hablan de mi particular y subjetivo código de valores, nacido de mis particulares vivencias.
En la relación transpersonal la clave es, simplemente, estar presente con el otro y permitir que el otro también lo esté, compartiendo ese momento.
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