El ser humano siente cada vez como más necesaria la libertad de ser uno mismo. Las mentiras o las máscaras nos cansan ya demasiado y las sentimos como un juego que nos impide vivir relajados.
Eso nos lleva a vivir en un proceso en el que, al sentir tan necesario ese ser como somos, no nos queda otra que ir aprendiendo a respetar también la libertad de los otros para ser como son.
A la vez que vamos descubriendo que ya no soportamos estar sometidos a otros y hacer lo que otros quieran, vamos descubriendo también que los otros tampoco tienen que estar sometidos a nosotros ni a lo que nosotros queramos de ellos.
Cada vez estamos más conectados con las emociones que sentimos y eso nos lleva a no podernos permitir la sumisión.
Es un cambio absoluto en nuestra manera de relacionarnos que puede que nos parezca caótico en un primer momento, pero que es muy sanador y que nos abre las puertas a unas relaciones que nos ayudan a evolucionar de una forma mucho más contundente.
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