La sanación de nuestra baja autoestima o de la desvalorización, cuando va bien, va acompañada de una relación más sana, equilibrada y amorosa con los demás.
Muchas veces la desvalorización se muestra mediante un renunciar a nuestros intereses, un anteponer las necesidades de los demás a las nuestras. Y la sanación pasa, inevitablemente, por dejar de hacer eso.
Pero ahí podemos caer en el riesgo de creer que la sanación implica que me olvide de los demás y me centre única y exclusivamente en mí.
Cuando hacemos eso, lo que hacemos es intentar compensar la falta de atención hacia mí mismo, con una falta de atención hacia los otros, pero, como toda compensación, esto es algo que sigue reforzando el problema.
Porque el verdadero problema es seguir viendo mis deseos y necesidades como antagónicos de los de los demás, y no como convergentes.
De lo que realmente se trata es de saber salir ya de ese juego-bucle de aparente dualidad.
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