Los límites que más nos afectan están siempre en nuestro interior, son aquellos que nos imponemos a nosotros mismos.
No es la sociedad o la familia, como su célula básica, la que nos impide crecer y desarrollarnos, sino nosotros mismos cuando interiorizamos sus preceptos y creencias limitantes, y cuando nos convertimos, así, en complices de ese juego de limites.
Con la dedicación y delicadeza de un orfebre o de un relojero, hemos de ir buscando en nosotros esas creencias y programas que nos frenan y que nos llevan a frenar a los demás.
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