Estamos en unas fechas, las navideñas, que para muchas personas son difíciles de llevar, unas fechas en la que se tiende a evocar el pasado y a sentir las ausencias.
Socialmente hay también presión para ello, la constante reivindicación de familias unidas alrededor de una mesa y el que una buena parte de las conversaciones giren sobre lo que se hará o no esa noche.
Es una especie de ritual que pretende mostrarnos una foto fija congelada en el tiempo que ya cada vez tiene menos de real, donde se juega a los cariños por "obligación familiar".
Porque muchas de esas relaciones no soportan ya jugar a ese juego de aparente unidad cuando emocionalmente unos están a kilómetros de los otros, aunque puedan compartir mesa y mantel. Y porque la unidad de las almas no necesita compartir espacios.
Cada vez más, lo que se pide en las relaciones es, simplemente, sinceridad y honestidad, ver, con sencillez, donde cada uno estamos en relación con el otro.
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