Nuestro sentimiento de culpa no viene del hecho de obrar mal o incorrectamente, sino de transgredir un código moral o de conducta que hemos interiorizado.
La culpa está directamente ligada a la sumisión, y junto con el miedo es la emoción que más se ha usado para hacernos sumisos.
Se trata de una emoción tóxica mediante la cual nos sentimos indignos y no merecedores de ser amados.
Cuando uno trabaja en su proceso de evolución personal, uno ha de transgredir los códigos que le estaban limitando y, por tanto, es normal que suelan aparecer sentimientos de culpa en el proceso. A veces por el mero hecho de aprender a decir no cuando lo consideramos oportuno.
El atravesar esa culpa se convierte, así, en la mayoría de los casos, como una etapa inevitable en nuestro camino de recuperarnos a nosotros mismos y de asumir el poder que tenemos en nuestras vidas.
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