Estamos inmersos en un profundo cambio de paradigma y eso implica que está cambiando toda nuestra forma de ver y entender la vida.
Venimos de un paradigma que combinaba una moral religiosa del deber ser, de la desvalorización y de la sumisión, que coexistía, además, con una moral social de la competitividad y la confrontación permanente, la lucha por la supervivencia.
Un paradigma contradictorio porque, según la moral religiosa, debíamos anteponer los intereses del otro, y según la moral social competitiva, eran nuestros intereses los que tenían que prevalecer a toda costa.
Una de las claves del nuevo paradigma es comprender que mis intereses NO son contrarios a los intereses de los demás, y que lo que realmente es bueno para mí lo es también para todos.
Y esto es por algo tan sencillo como que formamos parte de una misma realidad, se viva individualmente, en pareja o como colectivo. Es una sola realidad y se trata de hacer lo que más armónicamente nos haga sentir en ella.
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