Nuestra evolución siempre ocurre cuando dejamos el terreno de lo conocido y nos abrimos a lo nuevo.
Y esto puede ser porque nuestro trabajo de evolución nos conduce a ello o porque la vida nos trae cambios imprevistos que nos sacan, a la fuerza, de la llamada zona de confort.
Esto sucede con enfermedades, muertes cercanas, separaciones, despidos, etc. O también cuando conocemos a nuestra pareja o nos nace un hijo. Son situaciones nuevas que nos obligan a sacar de nosotros nuevos recursos, a responder con nuevas respuestas que cambian nuestra perspectiva.
En los dos casos, nuestro trabajo de evolución puede ser muy importante. Si lo que nos ocurre nos lo trae la vida, ese trabajo interior nos ayuda a ser más flexibles, a aceptar esos cambios y a integrarlos mejor.
Y si son un fruto natural de ese trabajo, nacen ya de la necesidad personal de vivir la vida con un nivel de profundidad mayor, más rico, que nos ayude a sentirnos también más plenos y realizados con nosotros mismos.
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