Cuando somos incapaces de encontrar sentido a nuestra vida hay una tendencia inevitable a intentar evadirnos de ella y de nuestra consciencia.
Y es que la consciencia se vuelve un problema porque no es ya consciencia del sentido de la vida, sino dolorosa consciencia del sin sentido de la vida, en el modo más claramente existencialista.
Esta sociedad ve con recelo cualquier búsqueda de sentido, se mueve en un nihilismo materialista bastante superficial y que impide la profundización en lo que somos. Acepta vernos como un enigma sin respuesta.
Y por eso promueve constantemente fórmulas de distracción o evasión que nos ayuden a evitar cualquier tipo de reflexión profunda.
Esto es especialmente doloroso en el caso de los jóvenes, por el inmenso potencial que traen. En todo caso, hay que señalar que muchos de esos jóvenes no desisten de hacerse preguntas y de intentar vislumbrar un sentido más profundo para sus vidas.
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