Una de las características de la sociedad en que vivimos es el culto a la personalidad, el hacer de determinadas personas seres a los que admirar o seguir, dedicarle calles, monumentos...
En la mayoría de los casos se trata, incluso, de un culto "post mortem" de personas que incluso en vida vivieron marginadas y excluidas de esa sociedad que después les admiró.
Pero, realmente, tanto para ellos como para nosotros, lo importante es si lo que hicieron, y lo que nosotros hacemos ahora, les ayudó y nos ayuda a realizarnos y a desplegar todo nuestro potencial.
Algo que no se consigue admirando a otros o rindiéndoles culto, sino haciendo, como muchos de ellos hicieron, lo que sentimos como necesario en nuestra vida, expresando nuestras capacidades interiores en el mundo exterior que nos toca vivir.
Porque el auténtico éxito es un estado interior derivado de nuestra propia realización personal y que no busca nunca el reconocimiento como objetivo, sino, sobre todo, expandir y expresar aquello que somos.
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