Muchas veces pensamos lo mucho que damos a los niños y cómo nos sacrificamos por ellos, y se nos suele olvidar todo lo que ellos nos aportan.
Aportan muchas veces alegría, confianza, ternura, nobleza. Nos permiten mostrar más nuestro amor. Cosas que están todas más allá de lo material.
Y sostienen emocional y energéticamente muchas situaciones difíciles a nivel familiar. Desde una acción, muchas veces silenciosa, ayudan a armonizar.
Muchos de esos niños son auténticos maestros y sólo tenemos que estar dispuestos a escucharles para recibir sus lecciones. Porque nosotros podemos tener más experiencias o conocimientos adquiridos, pero ellos acceden mejor a la sabiduría.
No les cerremos la comunicación natural que tienen con su dimensión espiritual, sino permitamos que ellos nos ayuden a abrirnos a la nuestra.
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