domingo, 14 de enero de 2018

ACEPTAR Y CRECER.


Hay situaciones difíciles o traumáticas en la vida que nos cuesta aceptar. Ante esas situaciones, o acabamos aceptándolas o nos encerramos en un campo de negación.

Cuando nos negamos a aceptar, las dos emociones que nos ayudan a la aceptación, el enfado y la ira, tienden a enquistarse y ha quedarse como en un estado de ánimo permanente.

Así, la persona empieza a verlo todo desde ese estado emocional negativo, todo lo ve desde esa rabia o desde su depresión. Y de esa forma, todo lo que vive le recuerda aquello que no puede aceptar.

Ahí vive centrado en su problema e incapaz de ver más allá. No ve a los demás, ni puede entender lo que les pasa a los otros. Está, simplemente, encapsulado en sí mismo.

Cuando, por el contrario, aceptamos e integramos de una forma sana un problema, acabamos siendo más maduros y comprensivos con la vida y eso hace que la comunicación y la relación con los demás sea, también, más profunda y comprensiva.

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