Una buena parte de los problemas en nuestra vida viene de generar falsas expectativas.
Muchas veces, las dificultades de nuestra infancia nos llevan a soñar con expectativas fantasiosas que de algún modo compensen, como con una especie de justicia divina, aquello tan duro que vivimos.
Es una manera de sobrevivir con "dulces mentiras" a una realidad que nos parece desastrosa e inaceptable. Y para que esa fantasía sea posible estamos dispuestos a someternos a otras personas, esperando con ello que quieran entrar en nuestra fantasía.
Esto no funciona nunca, el huir de la realidad sólo nos lleva a más y más sufrimiento. Y a conflictos y decepciones de la vida y de los demás. Y hay que dejar claro que lo que se frustran no son sino nuestras falsas expectativas.
Porque la realidad, en sí, no es negativa, sólo hay que saber navegar en su corriente y no contra ella. Es entonces cuando estamos en disposición de ver y de explorar todas las posibilidades que ella nos ofrece, y que son muchas más de las que solemos llegar a imaginar.
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