El miedo nos hace aferrarnos a situaciones que nos hacen infelices.
El miedo a la soledad nos puede mantener en una relación insana, el miedo a no tener dinero, en un trabajo que nos desgasta y que no nos aporta nada, etc.
Desistimos de realizarnos, limitándonos a sobrevivir, pensando que más vale lo malo conocido en mano que lo ciento bueno volando. Porque, en el fondo, no sentimos que nos merecemos algo mejor o pensamos que no podríamos llegar a conseguirlo.
No nos damos cuenta de que ahí apostamos por mantener nuestra infelicidad por simple miedo y olvidamos que el miedo no es nunca una emoción que nos ayuda a ver con claridad.
Uno ha de centrarse en su presente y ver si la situación es adecuada para él o no lo es. Y decidir, desde ese conocimiento de lo que hoy es, y en coherencia interna con lo que uno siente.
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