En cada uno de nosotros existe una dualidad entre una parte que desea sanar, que anhela la felicidad y la libertad, y una parte que se resiste a cambiar, que se aferra a las dinámicas conocidas y a lo ya establecido, y que ve la felicidad como un mito falaz.
Y en todos nosotros, como colectivo, existe esa dualidad entre la búsqueda de la libertad y el aferrarse con apego a lo que creemos tener.
Hay relaciones que favorecen a esa parte que anhela sanar y cambiar, y otras que quieren quitarnos de la cabeza cualquier idea de sanación y cambio, más que nada, porque ellos mismos temen el cambio.
Cuando uno desea cambiar y abrirse a lo nuevo, tiene que contar con ese hecho y buscar aquello y aquellas personas que refuercen su proceso de evolución, y mantener, a la vez, una cierta distancia, siempre respetuosa, con aquello y aquellos que intenten desanimar nuestro proceso.
No es momento de luchar contra nada, porque eso refuerza la vieja dinámica dual de confrontación, sino de saber apostar con firmeza por aquello que nos ayuda a mejorar y aquello que abre nuestra consciencia a una mejor comprensión de la realidad que somos.
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