La espiritualidad supone un profundizar conscientemente en la realidad cotidiana en la que estemos viviendo.
El concepto religioso tradicional de espiritualidad se basaba demasiado en creer una serie de dogmas que chocaban con la realidad que vivíamos, o en aceptar unos preceptos morales basados en ideales compensatorios.
Pero no se trata de ir más allá de la realidad, de intentar evadirse a una realidad perfecta y paralela, sino de profundizar lo suficiente en esta realidad hasta llegar a ver su perfección.
Cuando profundizamos adecuadamente es cuando el juego de la vida empieza a tener sentido y cuando somos capaces de abrirnos al misterio de la existencia y a lo que éste nos trae.
Sabemos que la infelicidad no es nuestro estado natural, que algo falla, y es por eso que a través de nuestra dimensión espiritual buscamos ser felices en un sentido profundo, realizarnos plenamente y descubrir aquello que realmente somos.
El concepto religioso tradicional de espiritualidad se basaba demasiado en creer una serie de dogmas que chocaban con la realidad que vivíamos, o en aceptar unos preceptos morales basados en ideales compensatorios.
Pero no se trata de ir más allá de la realidad, de intentar evadirse a una realidad perfecta y paralela, sino de profundizar lo suficiente en esta realidad hasta llegar a ver su perfección.
Cuando profundizamos adecuadamente es cuando el juego de la vida empieza a tener sentido y cuando somos capaces de abrirnos al misterio de la existencia y a lo que éste nos trae.
Sabemos que la infelicidad no es nuestro estado natural, que algo falla, y es por eso que a través de nuestra dimensión espiritual buscamos ser felices en un sentido profundo, realizarnos plenamente y descubrir aquello que realmente somos.
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