La capacidad del ser humano para ser creativo y dar nuevas respuestas a los retos a los que se enfrenta es impresionante.
La clave está siempre en ver si somos capaces de movernos más allá de lo conocido, de la denominada zona de confort.
Resulta curioso constatar como cuando estamos dominados por el miedo tendemos a aferrarnos a aquello que conocemos, incluso cuando vemos que el problema viene, precisamente, de que lo conocido ha dejado de funcionar.
No estoy hablando de experimentar con las ocurrencias que se nos pasen por la cabeza, con artificios puramente mentales.
Hablo de conectar con nuestro flujo creativo, aquel que podemos ver cuando nuestras programaciones mentales van perdiendo su fuerza, aquel que surge cuando vamos desenmarañando la madeja de la confusión y entendiendo mejor el juego de la vida.
Es permitir que se active y funcione nuestra creatividad inconsciente, el poder oculto que reside en nosotros y que abre nuestra mente a una concepción mucho más amplia de la vida.
La clave está siempre en ver si somos capaces de movernos más allá de lo conocido, de la denominada zona de confort.
Resulta curioso constatar como cuando estamos dominados por el miedo tendemos a aferrarnos a aquello que conocemos, incluso cuando vemos que el problema viene, precisamente, de que lo conocido ha dejado de funcionar.
No estoy hablando de experimentar con las ocurrencias que se nos pasen por la cabeza, con artificios puramente mentales.
Hablo de conectar con nuestro flujo creativo, aquel que podemos ver cuando nuestras programaciones mentales van perdiendo su fuerza, aquel que surge cuando vamos desenmarañando la madeja de la confusión y entendiendo mejor el juego de la vida.
Es permitir que se active y funcione nuestra creatividad inconsciente, el poder oculto que reside en nosotros y que abre nuestra mente a una concepción mucho más amplia de la vida.
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