Pensamos que el apego es sentirse muy unido a alguien y más bien es al contrario. El apego es más bien estar aferrado a alguien.
Cuando nos aferramos es porque nos sentimos distintos del otro e intentamos crear una unión artificial en la que el miedo está permanentemente presente. Y está presente porque somos algo conscientes de ese carácter artificial.
Nos aferramos a la idea que queremos hacernos de esa persona, ni tan siquiera a la persona en sí. En el apego queremos que la persona sea como necesitamos que sea, porque sentimos esa relación como una necesidad vital sin la cual no podemos vivir.
Por eso, en el apego, nos cuesta dejar al otro con libertad para ser lo que sienta que quiera ser o haga lo que quiera hacer. En las relaciones de apego estamos dispuestos a renunciar a nuestra libertad con tal de que el otro también renuncie a la suya.
El amor es siempre libre porque es el reconocimiento profundo de la auténtica unidad que somos con el otro, una unidad que, además, no tiende a la exclusividad sino siempre a la inclusividad.
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