A diferencia del resto de los mamíferos, en los seres humanos las emociones están muy directamente influidas por nuestros pensamientos y creencias.
Eso hace que dejarnos llevar por ellas, como de forma natural hacen otras especies, no nos funcione demasiado bien. Uno de los ejemplos más evidente es el de la ira, cuando nos dejamos llevar por ella puede pasar cualquier cosa.
Así pues, decidimos reprimir nuestras emociones para poder actuar según lo que se consideraba "correcto". Pero eso tampoco ha funcionado muy bien, por un lado nos desconecta de nuestra realidad interna y por otro hace que las emociones sigan actuando de una forma ciega desde el inconsciente.
De lo que se trata es de ver en el consciente y de permitirnos la emoción sin condenarla, de reconocerla y de ser capaces de no reaccionar con ella sino de sentirla tomando a la vez una cierta distancia, disociándonos de ella.
Es la práctica de la serena observación de la que tanto se ha hablado, hacernos muy conscientes de lo que sentimos y del pensamiento o creencia que hay tras ello. Es, además, una forma maravillosa de autoconocimiento y sanación, de permitir que salgan en nosotros las emociones atrapadas del pasado.
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