Hay una tendencia a asociar el amor con la debilidad, con la falta de contundencia, como propia de un "buenismo" que ignora la dura realidad humana.
Y de la misma forma se tiende a asociar el odio, la violencia y la agresividad con la fuerza y con las actitudes enérgicas.
Pero es al revés, el odio o la agresividad no son sino manifestaciones externas de una debilidad interior que no ve otra forma de manifestar la rabia o las heridas del niño interior herido.
La necesidad de anular o acabar con el que no piensa o siente como yo, de verlo como una amenaza para mí, es la prueba más palpable de la debilidad interior que eso supone.
Es el amor la auténtica fuerza interior y es lo que nos permite mantenernos firmemente en aquellas posiciones que consideramos más apropiadas, desde el respeto, e incluso desde la comprensión, a las posiciones que puedan tener los otros.
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