Hemos de decidir si queremos ser conscientes de lo que hay o queremos seguir viviendo en la ignorancia.
Muchos asocian la ignorancia a un menor sufrimiento, como a un vivir anestesiados ante el dolor existencial.
Pero vivir así es vivir con el permanente miedo a la realidad y tener que movernos en una vida superficial, llena de falsas ilusiones y artificiales fantasías que dificultan la relación con los otros.
Porque a veces olvidamos que la cuestión no es si despertamos a la realidad o no, ya que eso es finalmente inevitable, lo único que podemos decidir es si seguimos o no posponiéndolo durante un tiempo.
La realidad sólo da miedo cuando decidimos huir de ella. Es, cuando conseguimos atravesar nuestras fantasías y nuestros miedos, cuando esa realidad nos puede mostrar su auténtica belleza.
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