Madurar es asumir completamente la responsabilidad en nuestra vida y en aquello que nos sucede. Es hacernos cargo de ello.
No significa que sepamos o seamos capaces siquiera de resolver todos los problemas a los que nos enfrentamos, pero sí que nos responsabilizamos de ello y de que nadie de fuera tiene por qué resolverlos.
Somos responsables de buscar ayuda cuando la necesitamos, pero sabiendo siempre que el problema es nuestro y que es a nosotros a quien nos toca abordarlo.
Madurar es no echar balones fuera ni proyectar en otros nuestras sombras no asumidas. Es no sentirnos víctimas de las situaciones o de la vida, sino protagonistas de ella.
Es saber que lo hacemos como podemos y sabemos, que no se no se trata de ser perfectos pero si de responsabilizarnos, con naturalidad, de nuestras propias imperfecciones.
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