Tenemos que ser conscientes de dónde vienen nuestros pensamientos. Saber si son hijos de nuestra serenidad y claridad de visión o de nuestros miedos y de nuestra confusión.
Cuando tenemos estados emocionales de ansiedad, ira, depresión, etc. hemos de entender que los pensamientos que creamos no tienen demasiada calidad. Y por eso es esencial no darles crédito.
Si hacemos caso a pensamientos que nacen de nuestro miedo, lo que hacemos es reforzar y justificar mentalmente ese miedo haciendo que el estado emocional negativo nos dure más y sea de mayor intensidad.
De lo que se trata es de tener claro que es conveniente, en esos estados, dejar pasar los pensamientos negativos e intentar recuperar nuestra serenidad y calma emocional y mental para ver qué es lo que pasa.
Porque es, desde esa calma mental, desde donde podemos observar el por qué habían saltado nuestros miedos y la dimensión real de las posibles amenazas.
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