En ocasiones suceden cosas en nuestra vida que, de alguna forma, rompen inesperadamente nuestros planteamientos: fallecimientos, separaciones, enfermedades, etc.
Ante esos hechos cada cual reacciona lo mejor que puede, pero tras la reacción tenemos dos posibilidades de respuesta: aceptar el hecho o no aceptarlo.
Cuando no lo aceptamos, el hecho sigue ahí y nuestro sufrimiento se enquista, incapaces de aceptar la realidad, desubicados y enajenados de lo que estamos viviendo.
Cuando lo aceptamos, también hay dolor, pero como una forma saludable de ir integrando el suceso y abiertos a la maduración y aprendizaje que pasar por esa experiencia nos supone.
No está nunca en nuestra mano decidir que determinadas cosas dejen de pasar, y nuestra reacción inmediata depende de muchos factores inconscientes, sin embargo, la respuesta que nosotros damos, sí que estamos en disposición de poder elegirla.
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