Dicen que del amor al odio hay sólo un paso. No lo considero así, para mí el odio y el amor tienen poco que ver.
En todo caso, es del apego al odio dónde hay quizá menos que un paso, porque son muy similares y funcionan de la misma manera. De hecho, el odio no deja de ser un tipo de apego.
En ambos casos se produce una codependencia emocional, bien porque considero a la otra persona cono causante de mi felicidad, o porque la considero la causa de mi infelicidad. En ambos casos, pongo fuera la causa y me hago dependiente de ella.
En el apego hay muchas fantasías mentales, vemos la realidad distorsionadas por un montón de expectativas que intentan compensar nuestras carencias no resueltas.
Y, muchas veces, el odio nos viene dado porque nos sentimos dolidos porque el otro no se ajuste a esas expectativas, porque no sea lo que yo esperaba, y lo viva como una decepción.
En el apego tiendo a minimizar sus zonas oscuras, y en el odio niego su luz, sus posibles virtudes. En ambos casos, no vemos a la persona real, sólo aquello que queremos ver.
El amor es un aceptar al otro en su integridad y dejándole ser tal como realmente es, en libertad, sabiéndome yo responsable de mi felicidad y compartiendo desde aquello que soy.
En todo caso, es del apego al odio dónde hay quizá menos que un paso, porque son muy similares y funcionan de la misma manera. De hecho, el odio no deja de ser un tipo de apego.
En ambos casos se produce una codependencia emocional, bien porque considero a la otra persona cono causante de mi felicidad, o porque la considero la causa de mi infelicidad. En ambos casos, pongo fuera la causa y me hago dependiente de ella.
En el apego hay muchas fantasías mentales, vemos la realidad distorsionadas por un montón de expectativas que intentan compensar nuestras carencias no resueltas.
Y, muchas veces, el odio nos viene dado porque nos sentimos dolidos porque el otro no se ajuste a esas expectativas, porque no sea lo que yo esperaba, y lo viva como una decepción.
En el apego tiendo a minimizar sus zonas oscuras, y en el odio niego su luz, sus posibles virtudes. En ambos casos, no vemos a la persona real, sólo aquello que queremos ver.
El amor es un aceptar al otro en su integridad y dejándole ser tal como realmente es, en libertad, sabiéndome yo responsable de mi felicidad y compartiendo desde aquello que soy.
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