Vivimos unos tiempos que parecen tenernos como en estado de shock, incapaces de reaccionar y, en muchos casos, fundidos por el desánimo.
En buena medida eso se debe a que la energía para la acción nos venía de lo que denominamos ilusión y que es un conjunto de fantasías que buscaban compensar carencias que traíamos de nuestro pasado.
Pero no serán más que eso, fantasías e ilusión enfocadas a un futuro imaginado. Y eso es algo que ya no nos funciona. La situación es tal que no nos permite tener una visión nítida del futuro.
Y ante eso nos quedamos paralizados y desconcertados, sin saber qué hacer, asistiendo atónitos al fin de toda una era.
No nos damos cuenta de que hemos de cambiar el modo de motivarnos en nuestra vida, y de que la nueva motivación tiene que estar centrada en las transformaciones que vemos en nosotros en nuestro día a día, en nuestro presente y en lo que vamos viviendo.
Porque no es tiempo de quedarnos paralizados viendo lo que sucede, sino tiempo de ser agentes activos del cambio que queremos a través de realizarlo en nosotros mismos.
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