La duda y un cierto nivel de inseguridad son inevitables en todo ser humano. Y es que el hecho es que nos vemos obligados a tomar decisiones un poco a ciegas, porque no hay nunca un 100% de garantías de acierto, aún cuando podamos aprender a tomar las decisiones desde nuestro interior.
Hay quien en su inseguridad se niega a tomar decisiones y les cuesta mucho defender su posición. Pero eso no deja de ser una opción y una decisión: la de que otros decidan por uno.
Y hay otros que defienden de una forma intensa su opción e incluso intentan imponerla, aunque no estén tampoco seguros de ella. Y su deseo de imponer es, precisamente, su forma de ocultar su inseguridad.
Son formas distintas de responder ante una misma inseguridad, formas que nos llevan a vivir en la sumisión o en la dominación. Es clave ir soltando esos papeles, asumir decisiones y respetar también las decisiones de los demás.
La responsabilidad no está tanto en estar seguros de algo como en asumir, de una forma madura y consecuente, las decisiones que hayamos tomado. Y si nos equivocamos, asumir, sin más, la equivocación e intentar corregirla en la medida de lo posible.
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