Nos solemos relacionar con imágenes más que con personas, con la imagen que tenemos del otro.
Una imagen que construimos a partir de determinadas experiencias del pasado, del sufrimiento o gozo que vivimos con esa persona, o en función de si satisfizo o no mis expectativas o deseos.
Nos cuesta ver que las expectativas eran nuestras y que el sufrimiento también fue nuestro y debido a cómo lo vivimos, en su mayor parte.
Lo que procuro es que, en la magia de los reencuentros, la imagen no sea la que decida y que podamos vivir el encuentro con la inocencia de una primera vez, sintiendo a la persona en su presente, más que a la imagen del pasado.
Porque cuando vas dominado por la imagen, eso ya condiciona el encuentro y será más de lo mismo, pero cuando vas con la inocencia de la primera vez, y sin prejuicios, es cuando pueden suceder experiencias nuevas y cosas maravillosas.
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