Generalmente vivimos en una cultura mucho más centrada en el negocio que en el ocio.
En la antigüedad el ocio tenía una connotación positiva ya que estaba asociado al tiempo de aprendizaje y evolución, al tiempo para uno mismo. El negocio era la negación del ocio.
Actualmente suele entenderse el ocio como un tiempo para evadirse o distraerse, casi como un tiempo de descompresión más que para profundizar en uno mismo.
Así, nos encontramos con un tiempo para producir y otro para evadirnos de la realidad. Curiosamente, mucha gente usa el trabajo también como evasión. Una evasión que, por otro lado, revela la negativa relación que tenemos con nosotros mismos.
La paz interior sólo puede venir de una sana relación con nosotros mismos y eso implica, también, un uso inteligente y adecuado de nuestro tiempo de ocio, hacer cosas que vayan realmente a favor de nuestro crecimiento interior.
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