Nuestras relaciones suelen verse profundamente condicionadas por nuestras expectativas, expectativas que funcionan, muchas veces, a modo de asfixiante corsé.
Por un lado, las expectativas de aquello que quiero obtener del otro: cariño, seguridad, aprobación, etc. Esto suele estar relacionado con las carencias no sanadas que arrastramos de nuestro pasado.
Y por otro, las expectativas de lo que queremos que sea la relación, la creencia de lo que ésta debe ser. Una creencia que también suele venirnos del pasado.
Esas creencias y expectativas suelen chocar con las creencias y expectativas que tiene la otra persona, cuyo pasado fue otro, y cuyos traumas y carencias también fueron otros. Esto hace que la comunicación y la relación en sí llegue a ser muy difícil.
Es muy importante aquí sacar a la luz nuestras expectativas para poder llegar a una relación más sana y más autentica con la otra persona, una relación en la que podamos ser nosotros mismos y no lo que espere el otro que seamos, unaa relación que sea, simplemente, lo que realmente es.
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