Hay decisiones que nos cuesta mucho tomar y decisiones que nos cuesta mucho asumir, y no suelen ser las mismas.
Las decisiones que más nos cuesta tomar son las que suelen desafiar alguna creencia profunda que tenemos. Nos supone así enfrentarnos a algo que creemos.
En esos casos, para facilitar la decisión, nos conviene ver, revisar y, si fuera necesario, corregir, la creencia que nos esté bloqueando y ver de dónde nos viene.
En cuanto a las decisiones que nos cuesta asimilar, son aquellas decisiones que, sin violentar demasiado nuestras creencias, tienen sin embargo unas consecuencias muy fuertes en nuestra vida.
Estas últimas decisiones suelen conllevar un malestar interior fuerte que nos lleva a alterar nuestro comportamiento sin darnos cuenta, y que nos impiden vivir a gusto. En estos casos, de lo que se trata de sacarlas al consciente para que podamos verlas y asimilarlas más correctamente y dejen así de afectarnos.
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