Una de las claves de la vida es no confundir lo relativo con lo absoluto en nuestra vida. Y hay que decir que casi todo con lo que nos solemos identificar y que nos preocupa es algo relativo.
Por eso, una de las señales más claras de que estamos madurando es que vamos relativizando cada vez más cosas y eso es algo que trae más calma a nuestra vida.
Nuestros miedos y obsesiones vienen, en muchos casos, de esa tendencia a considerar como dramas absolutos situaciones que son transitorias, que igual que vienen, se van. Eso sí, normalmente una vez que hemos aprendido la lección que nos traía.
Y cuando somos capaces de superar esa situación y de aprender la lección que nos traía, salimos, precisamente, de ella ya relativizando muchas cosas y situaciones que antes tenían para nosotros un carácter más tremendo y absoluto. Es como que recolocamos la dimensión en función de lo últimamente vivido.
Por eso cualquier circunstancia que ahora estemos viviendo, la consideremos buena o mala, es también relativa, y sería bueno para todos ir aprendiendo a vivirlas desde esa perspectiva.
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