A veces nos damos cuenta de algo que nos había pasado desapercibido y de que cambia muy poderosamente nuestra visión de determinados aspectos de nuestra vida.
Y entonces tendemos a criticarnos o culparnos por haber tomado decisiones que, de haberlo sabido, no las hubiéramos tomado. Nos cuesta entender que siempre decidimos con lo que tenemos y sabemos en ese preciso momento.
Y no nos paramos a pensar que quizá por eso no nos dimos antes cuenta, para que, en nuestra ignorancia, tomáramos decisiones que, de no haber sido así, no hubiéramos tomado y que nos permitían vivir experiencias muy valiosas en nuestro camino.
Porque a veces, y esto puede sonar extraño en mí, la ignorancia también puede ser sagrada, y sólo podemos comprender en un determinado punto, tras haber vivido la experiencia.
La vida es sabia y sabe en qué momento descorrer un determinado velo de autoengaño, y lo hace en el punto en el que estamos lo suficientemente preparados para asumir las consecuencias que ese conocimiento nos trae y realizar, así, los cambios que necesitamos en nuestra vida.
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