Muchas veces damos consejos, ayudamos a los demás o les decimos lo que tienen o no tienen que hacer, para no mirarnos a nosotros mismos, como una forma más de escapar hacia afuera.
Realmente, a labor más importante y sagrada siempre es la que tenemos hacia nosotros mismos.
Cuando ayudamos sin haber hecho esa labor, esa ayuda suele ser una forma de compensar un desequilibrio no trabajado.
Puede que el ayudar nos haga sentirnos superiores al otro y evadirnos así de nuestros propios problemas. O que lo hagamos porque nos sentimos inferiores y pensemos que así nos van a querer más.
Cuando ayudamos desde el desequilibrio, la ayuda suele desequilibrar más a las dos partes y al conjunto. Cuando lo hacemos desde nuestro equilibrio interior, esa ayuda tiende a equilibrar a todos y a toda la situación.
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