Hemos vivido centrados en el tener no en el ser. Por eso hemos creído que la felicidad viene de fuera, ya fuera de bienes materiales o de otras personas: la familia, pareja, etc.
Porque al fin y al cabo, también hemos vivido las relaciones desde la posesividad: mi hijo, mi mujer, mis padres... Tengo familia, tengo amigos... Relaciones desde el tener.
Nos cuesta entender que todo lo externo, lo que tenemos, es susceptible de pérdida, que igual que viene se va, y que no depende eso de nosotros, que de nada sirve aferrarnos desde el apego.
Porque lo que se tiene siempre es transitorio, lo que se es no. Lo que se es realmente no puede perderse porque va siempre con nosotros.
Y centrarnos en el Ser es centrarnos en nuestro interior, en crecer y desarrollarnos desde dentro para ser cada vez más armónicos y equilibrados, para vivir desde nuestra sabiduría interior y, desde ahí, florecer hacia afuera.
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