Observo últimamente reivindicaciones xenófobas que culpan de nuevo a los emigrantes de nuestros problemas.
Culpar a otros, sobre todo a quienes están en una posición mas débil que la nuestra, es siempre una forma inmadura de evitar nuestra responsabilidad en aquello que nos pasa.
A algunos les puede servir para desahogar su frustración, pero en ningún momento resuelve nada, ni les va a ayudar a ser más felices. Eso ha sido siempre una forma de proyectar en los demás y de alimentar el odio, odio a quienes nosotros, en nuestra particular fantasía, pensamos que nos hacen infelices.
El amor es siempre integración de lo negado y rechazado, nunca exclusión, va pues en la dirección contraria de esa actitud y nos lleva a mirar y a resolver el problema dentro de nosotros mismos.
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