Volver a la inocencia es esencial en nuestro proceso evolutivo. Y eso supone trascender nuestra tendencia a juzgar.
Porque nuestros juicios nos aferran al pasado y nos llevan a repetir lo conocido, nos impiden ir más allá y no nos permiten contemplar de una forma objetiva la realidad.
Esto es así porque el marco desde donde juzgamos nos viene de ese pasado: nuestra educación, las creencias familiares, los prejuicios culturales y religiosos...
Y cada vez que juzgamos reforzamos todo ese patrón de pensamiento, esa forma concreta de pensar. En realidad juzgan nuestros condicionamientos.
Es importante aprender a observar la realidad tal cual es, sin juicio moral alguno, sin rechazo a lo que es, sin las habituales anteojeras que todo juicio implica, desde una madura y serena inocencia.
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