Madurar supone, entre otras cosas, atrevernos a mirar el mundo por nosotros mismos, atrevernos a pensar y a reflexionar sobre la vida y sobre nuestra propia vida.
Las decisiones que tomamos las tomamos en función de cómo vemos o comprendemos la realidad, mientras más madura y equilibrada sea nuestra visión, más equilibradas serán también nuestras decisiones.
Pero cuando decidimos en función de como otros ven la realidad es como si la decisión, en realidad, la tomaran ellos y no nosotros.
Para ver por uno mismo hemos de pararnos un poco y contemplar lo que nos sucede y cómo nos sentimos interiormente ante eso que estamos viviendo.
Es importante recordar que cada uno de nosotros es la máxima autoridad en el campo de su propia vida y de su realidad interna, y que, desde fuera, las cosas siempre se perciben de una forma un tanto diferente.
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