Cada uno de nosotros tiene características que les son propias, que hacen que su forma de ser sea única e irrepetible. En ese sentido podemos decir que somos diferentes.
Y cada grupo de personas también posee su propia idiosincrasia, su forma particular de ver las cosas y de funcionar.
Y aún así, siempre será mucho más lo que nos asemeja que lo que nos diferencia. Aunque en la política de la confrontación tiendan a señalarse y a subrayarse las diferencias como irreconciliables, como medio de definirse.
Uno de los aspectos más interesantes de las relaciones es poder convivir y compartir desde el respeto a nuestro propio hecho diferencial y respetando también el de los demás. Porque es absurdo rechazar al otro por ser diferente cuando todos lo somos.
Y, por supuesto, todo esto sin dejar de tener muy claro que más allá de eso, en esencia, todos somos lo mismo, que todos somos, en el fondo, manifestaciones diferentes de una misma realidad común.
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